jueves, 1 de febrero de 2018

De cómo la Pirobella de Magnolia se enamoró de un taxista.



               Las ocurrencias de Alirio hicieron que todos en el bar sucumbieran a la risa. Las botellas seguían desocupándose, la burla era protagonista de aquellos convites donde el alcohol evidenciaba aún más la estupidez que sueña con el amor perfecto, la noche era fría pero el calor de aquellos rones los alentaba aún más, porque siempre es mejor reír las penas, bailar bachatas y abrazar a los machos, mis amigos. Pero la vida continúa y las historias no cesan, Samuel, mirando de reojo a la pirobella, contó la siguiente historia:
─Amigas, muchas han sido las  desventuras  que por mi vida han pasado, muchas las mujeres, colombianas o venezolanas que me han roto el corazón, pero la historia que ahora les contaré será peor que cualquier precedente.
Se encontraba Magnolia en la barra de Anónimos, tomándose una botella de claro licor, para distraer la depresión. Su novio de siete años se había ido para el Norte, y nunca más regresó. Pero la Pirobella siempre está feliz. Tiene la solidaridad de un perro viejo, que arrastra consigo a quien la acompañe. Ahora la barra está llena de locos sedientos que quieren un trago gratis y una bandera mueca de risa.
Ya estaba Magnolia mareada y aburrida de tanta gotera. Sale del bar a buscar algo de comer, y estando en esto, ocurrió que un hombre apoyado sobre la puerta de su amarillo, le dice:
─¿Necesitas un servicio?
─Amigas no se imaginan, el prototipo perfecto para esta mujer sedienta de amor: Piel mórena, cuerpo atlético y una barba que acentuaba su virilidad, una esperanza de novela mexicana. Esa noche hablaron y también la siguiente, y el siguiente mes. Magnolia lo invitaba a donde él quisiera, cine, comer, compras. Ansiosa  de que algo pasara, decidió que esa noche lo iba a emborrachar, y lo llevó al mejor bar de Chapinero. Bebieron whisky y bebieron más whisky, lo besos iban y venían, los ardores se acrecentaban. Sería mejor ir a un motel. Pero las ganas, el licor, los nervios de ver a ese hombre tan fornido y deseoso, le jugaron una mala pasada. La gravedad y el alcohol discutieron en ese cuarto de motel, y pasaron los minutos y otros minutos más, que parecían horas. No se imaginan, literalmente a Magnolia no se le paro. Esa pobre las semanas siguientes no podía de la pena, pero finalmente se decidió a llamarlo, y el taxista así le contesto:
─Ya no necesito tus servicios.
Todos en el bar, se miraron entre sí, y no pudieron contener la risa. Samuel servía  el último trago de ron, mientras Marimar entonaba su himno. Y así, los demás la siguieron:

Yo no nací para amar
nadie nació para mí
tan solo fui
un loco soñador no más.
Yo no nací para amar
nadie nació para mí
mis sueños nunca
se volvieron realidad………

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