lunes, 14 de noviembre de 2011

Rastrojos



En la ruina de cadáveres, circulan las sonrisas, petrificadas, austeras.
Lanzaría mi cuerpo sobre este espacio de multitudes;
Para que me desprendan, para que me racionen
Arrancaría mis carnes, para ya no sentir más caricias;
Fríos nocturnos que me taladran
Soles incandescentes que arden.

Arrancaría mis ojos
para que no se ilusionen con colores ni con formas
para que ya no tengan más que mirar
para que no se enamoren

Desgarraría mis piernas
para no andar por los mundos,
para no enviciarme, para no tropezar y enredarme
¡para que no me conozcáis!

¡hasta cuando este rio seco mantendrá viva la ruina!

Mesa de mis panes

Hoy llueve el hambre en esta gran ciudad,
mientras como mil panes sobre mi mesa;
y aquel que me mira me odia
y aquel que comparte me adora.

Porque miras mi pan hombre mezquino,
Lo conviertes en hiel por tu vergüenza.

Que temor me invade la bebida
Libación de indiferencia
Pesada carga de los hombres que tengo que llevar.

Dejadme en paz mendicante
Arrojare sobre tu bolsa pequeños mendrugones
Para aplacar mi corazón de caridad

La serpiente del hastió

como piedras perennes arrojadas en el rio,
cierran sus ojos a profundos cataclismos,
rumores que rumoran en sus intestinos,
bilis que atemoriza a lo que se aguarda en los rincones;
impulsados a contra fuerza,
salen encantos amargos,
temblores verde oscuro.

¡Cómo juegan los peces en el ancho mar de la mezquindad!
¿Qué me ocultáis?
Extraña la sombra que camina detrás
¡te pertenece!

Percibo tu temor
Exprimo su delicia, sobre tu saliente pecho.
Haz comido del fruto prohibido,
Servido entre vinos,
Saboreado entre inconsciencias

El vicio de tu olfato,
No olio el peligro de tu vasta debilidad
Como te pierdes entre tus propias pasiones

El pez que muere sobre el rio,
Naufraga en su espejo de multitudinarias voces;
Bien sabes que el soplo que era aliento
Ahora te quema.

Ciegos,
Cerdos,
Comedores de carroña;
¡si! Ustedes
Quienes han permitido que hoz juegue a la fortuna, a mi favor y en su contra.

Agonizante

Agonizante

Cuanto más este cuero tendrá que sudar,
Camina en la aria carretera del mundo,
Sus apagados ojos mirando siempre el asfalto
De lo nuevo que crece que ya no pertenecerá.

Hombre, enraízate en tu íntimo secreto;
Conserva la hoja seca de esta vejez
Tiéndete en tu cama, posada de nubes
Almohada de amarillos recuerdos incrustados.

Como es de honda y amarga la tristeza,
Como es de fría la noche que espera la muerte.
Los dioses a lo lejos,
Claman tu presencia.