lunes, 14 de noviembre de 2011

La serpiente del hastió

como piedras perennes arrojadas en el rio,
cierran sus ojos a profundos cataclismos,
rumores que rumoran en sus intestinos,
bilis que atemoriza a lo que se aguarda en los rincones;
impulsados a contra fuerza,
salen encantos amargos,
temblores verde oscuro.

¡Cómo juegan los peces en el ancho mar de la mezquindad!
¿Qué me ocultáis?
Extraña la sombra que camina detrás
¡te pertenece!

Percibo tu temor
Exprimo su delicia, sobre tu saliente pecho.
Haz comido del fruto prohibido,
Servido entre vinos,
Saboreado entre inconsciencias

El vicio de tu olfato,
No olio el peligro de tu vasta debilidad
Como te pierdes entre tus propias pasiones

El pez que muere sobre el rio,
Naufraga en su espejo de multitudinarias voces;
Bien sabes que el soplo que era aliento
Ahora te quema.

Ciegos,
Cerdos,
Comedores de carroña;
¡si! Ustedes
Quienes han permitido que hoz juegue a la fortuna, a mi favor y en su contra.

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